Poema a la quincena

 



Por fin has de llegar querida mía
y entre mis manos te veré un momento,
para luego sufrir el cruel tormento
de que te esfumes por completo el mismo día.

Y te irás prodigando tus favores
a esa gente que nunca ver quisiera;
al banco, al super, la casera, y a
todos los malvados acreedores.

Dos veces al mes con tu llegada,
se enciende la luz del firmamento,
y por algún momento cruel se pospone tu venida,
me duelen los bolsillos cuando pienso.

No sé por qué extrañas razones,
te pusieron por nombre “LA QUINCENA”,
ya que por tus miserables proporciones,
apenas alcanzas pa’comer y no se cena.

Yo quisiera que tuvieras pocas retenciones
o que éstas fueran menos rudas, para poder
comprarme algunas ilusiones, y gozar
también de las maduras.

Sé puntual y alivia nuestro infierno,
aunque tu alegría sea instantánea y pasajera;
pues los miles y miles empleados de gobierno,
no logramos hacerla y la pobreza desespera.

La quincena es un pase que nunca llega a gol,
pues voy a Foly, Wal Mart y Soriana, y nomás miro
y miro, y me quedo con las ganas, y salgo
derrotado por un triste autogol.

A estas alturas del partido hago las cuentas
y no le pago a nadie, como el “Correcaminos”
estoy totalmente perdido, y ya ni siquiera
me fían ni un taco miserable.

Con las damas deveras que ya no la hago,
porque mi insolvencia me denuncia y
hasta grita, y las viejas güilas sólo
aceptan la lana como halago, y por eso
don billete mata siempre a carita.

Anduve de alcanfor, morrongo y lambiscón
de Jesús Nader, Alberto Berlanga, Héctor
López González, y un diputado, pero ninguno
me dio algún bolletón, y quedé tan
miserable como un chicle pisado.

Cada quince salto a la cancha sin coraje,
me falta condición, actitud y puntería, no
gasto, no me divierto, no hago un viaje,
y mi vida es tan sólo porquería.

Puedo escribir los versos más tristes
del sexenio, y eso no cambia la música y
el son. Los descuentos me han partido el
corazón, y los aumentos a la gasolina y
la tortilla, me cayeron como gargajos en el “chon”.

El dinero escasea y no circula
y por eso andan desatadas las pediches,
pero a la vieja que me quite mi quincena,
como castigo se le caerán las “pompis”,
y no le crecerán las “chichis”.




No obstante mi amarga situación, jamás
abandonaré al club del cheque perforado,
porque la nómina es mi única verdad y religión,
y ser parte de la “pandilla feliz del presupuesto”,
es mi sueño más sublime y más dorado.


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