El bien que se hace con el mal se paga

LEALTAD
SI ALGUIEN TE TRATA BIEN, TU CORRESPONDES TRATÁNDOLO BIEN.


Fue hace mucho tiempo que sucedió esto, en los tiempos en que el hombre aún no olvidaba el lenguaje de los animales. Ocurrió en un pueblo alejado de las pequeñas ciudades que hoy son grande urbes, donde vivía un campesino de buen corazón llamado Leandro con su esposa, una mujer muy ambiciosa llamada Carmen. Ella y Leandro vivían en una choza humilde, motivo por el cual Carmen recriminaba a su esposo diciéndole -¡Ay mi amor!, si tan sólo no fueras un simple campesino podríamos tener nuestra casita de cemento, como mi comadre Lupita; a ella ya le paro su casa el marido, porque el muy suertudo consiguió un buen puesto en la alcaldía, con decirte que ya hasta andan estrenado carroza nueva-. Y eso era el pan de cada día, pero a Leandro no le preocupaban los comentarios de su esposa, pues él veía las cosas de otro modo, sabía muy bien que el esposo de doña Lupita, la comadre de su mujer, había llegado a ese puesto por haberle hecho un "favorcito" al alcade de ese pueblo asesinado a don Lorenzo, el mayor opositor del alcalde; por eso Leandro se sentía feliz y con la conciencia tranquila pues creía férreamente que el trabajo duro siempre deja buenos frutos.´


Así pues Leandro pasaba sus días, por las mañanas yendo a su milpa, y por las tardes atendiendo a sus borregos, que rasuraba de vez en vez para que su esposa hiciera suéteres de lana que vendían en los mercados cada quince días.

Una mañana, Leandro, camino a su sembradío, se tropezó con una serpiente que se quejaba amargamente, pues un tronco había rodado encima de ella justo cuando paseaba por ese lugar y ahora se encontraba atrapada e imposibilitada para moverse. La culebra le dijo a Leandro.

- ¡Buen campesino! podrías ayudar a esta pobre serpiente a escapar de una muerte segura, porque sabes bien que si me quedo bajo este tronco moriré de hambre o algún águila me devorará.

Leandro asintió con la cabeza, esbozó una sonrisa y empujo el tronco con mucho cuidado para no lastimar más a la serpiente.

Una vez liberada, la serpiente revisó su escamoso cuerpo y se asombró al ver que nada en ella estaba mal, no había sufrido nigún rasguño, a pesar del peso que habia tenido que soportar; entonces agradecida le dijo a Leandro: -¡Gracias campesino por liberarme de una muerte segura!, en estos días es difícil encontrar a personas que tengan tan buen corazón como tú; y como recompensa a esa gran bondad tuya ahora debo comerte.-

- ¡¿Comerme?!… no eso no puede ser posible, si yo acabo de salvarte la vida, cómo es que ahora tú quieres lastimarme?- replicó Leandro, a lo que la serpiente respondió: -¡Claro que sí, que no sabes que "El bien con mal se paga"?-.

Leandro soltó una estruendosa carcajada; -¿cómo es posible que creas eso?, estás mal amiga serpiente; "El bien con bien se paga". Creo que debes revisar bien tu memoria. – dijo. Pero la serpiente lo observó fijamente y dijo – No trates de hacerte el gracioso, bien sabes que tengo razón: Tú me salvaste la vida y ahora yo debo matarte, así son las cosas-.

Entonces Leandro se dio cuenta de que la serpiente no bromeaba ni había equivocado sus palabras al decir que "El bien con mal se paga", sintió miedo pero apretó los dientes para contenerse, pues sabía bien que las serpientes pueden saborear el miedo; y entonces le dijo a la serpiente: - Mira amiga serpiente, acabo de liberarte de una prisión que te hubiera dejado muerta, justo es ahora que me dejes ir; yo no te pido nada, poque lo que hice fué de buena fe, así que por favor; deja que siga mi camino en paz, no quiero tener problemas contigo.-

-No puedo hacer eso, ¿qué clase de serpiente sería yo si desobedeciera la ley?- dijo la serpiente.

-¿A qué ley te refieres?- preguntó Leandro tratando de hacer un poco de tiempo mientras esperaba que algo se le ocurriera para salvarse.

-A la ley de los animales-contestó la serpiente. -Todos la conocemos y si le preguntas a cualquier animal verás que tengo razón- agregó.

A Leandro le parecía que eso de "la ley de los animales" de la que hablaba la serpiente eran puros cuentos, así que rápidamente hizo un plan para salvarse… o por lo menos para ganar más tiempo mientras se le ocurría algo mas para librarse de la serpiente.

- Si lo que dices es cierto podemos hacer un trato: preguntarle a tres animales si tu dicho es verdad; si la mayoría de ellos están de acuerdo contigo no me quedará mas remedio que aceptar mi muerte, pero si acaso la mayoría asintiera a mi dicho, entonces yo podré seguir mi camino y tu jamás me harás nada… ¿Estás de acuerdo?- dijo Leandro nerviosamente.

La serpiente lo miró fijamente y pensó que ese campesino era muy tonto, pues ella sabía muy bien que todos los animales conocían la ley y le darían la razón sin dudarlo ni un momento y además no tenía nada mas que hacer y caminar le abriría mas el apetito, así que aceptó la petición de Leandro y juntos fueron en busca de algún animal para cuestionarlo.

Despues de un par de minutos andando se toparon con una vaca que pastaba, Leandro se dirigió hasta donde estaba pastando y le dijo: -¡Buenos días señora vaca!, disculpe si la interrumpo mientras come, pero aquí la serpiente y yo tenemos que resolver un dilema y necesitamos que usted nos diga su oponión hacerca de el dicho "el bien con mal se paga"-

- Es un dicho muuuuuuy cierto- contestó rápidamente la vaca- yo he trabajado toda mi vida al lado de mi dueño, le doy leche caliente todas las mañanas que vende para ganarse el pan de cada día y vivir cómodamente, y ¿cómo me paga?: robandose a mis hijos en cuento pueden vivir solos, dándome de comer solamente cuando él quiere, encerrándome en un lugar pequeño para dormir, golpeándome cuando estoy muy cansada y él quiere que camine rápido.- Dicho eso se quedo callada, bajó tristemente la mirada y volvió a pastar como si nunca le hubieran preguntado nada.

Leandro se quedó anonadado. -Ya ves, tengo razón, ¿por que no mejor te como de una vez y nos ahorramos otra amarga historia como la de la señora Vaca?- dijo la serpiente.

-¡No!- contestó Leandro -Quedamos en un trato y hay que terminar-. Dicho esto Leandro y la serpiente continuaron la búsqueda de más animales.

Al siguiente animal que se encontraron fue a un lobo; e igualmente que con la vaca, fue Leandro quien le hablo: -¡Buenos días señor lobo!, disculpe si lo interrumpo, pero  la serpiente y yo tenemos que resolver un dilema y necesitamos que usted nos diga su opinión acerca de el dicho "el bien con mal se paga".-

El lobo pensó un momento y dijo: -Eso depende de muchas cosas… ¿por que me preguntan eso?. Leandro le contó al lobo toda la historia y el lobo se quedó callado, reflexionado un momento, y luego dijo: -Creo que no podré opinar porque no entendí muy bien la historia, pero si me muestran como fue todo entonces podré decirles que opino-.

Leandro y la serpiente estuvieron de acuerdo en la porpuesta del lobo y regresaron hasta el sitio exacto donde había empezado todo este desastre. Una vez ahí la sepiente se colocó en su sitio y Leandro colocó nuevamente el tronco sobre la serpiente. -A ver serpiente- dijo el lobo -¿es así como estabas cuando este campesino te quitó el tronco?- preguntó.

-Exactamente así- contestó la serpiente y agregó -¿ves como me es imposible zafarme sola de este embrollo?

Entonces el lobo dijo a la serpiente: -Bueno ahora que veo las cosas mejor he de decir que estoy absolutamente en desacuerdo con el dicho "El bien con mal se paga, pues creo que si el campesino te salvó la vida lo menos que puedes hacer por él es dejarlo tranquilo, pero como sé que si te sueltan tratarás de comerte al campesino pues ahí te quedarás, así es como si nunca te hubiera hecho favor alguno y tú estas donde empezaste, así que ya no tienes por que comerte a este hombre. Dicho esto el lobo y Leandro se retiraron de ahí mientras la serpiente muy enojada gritaba: -¡Ya veras lobo como tengo razón, crees que haz hecho algo bueno, ahora ayudaste a este campesino, pero él te pagará mal, te lo juro!-.

Leandro estuvo muy agradecido con el lobo por haberlo ayudo a salir de semejante embrollo, y le dijo: -Mi querido lobo, ya sé que puedo darte para compensar lo que haz hecho por mí: ¡Mañana te daré a dos de mis borregos, los mas gordos, para que te des un atracón!… ¿Qué te parece?-

- ¡Delicioso!- Contestó el lobo lamiéndose los bigotes mientras saboreaba el banquete que se daría la mañana siguiente. Leandro y el lobo se despidieron y acordaron verse en ese mismo sitio a media hora después de que sonaran las campanas del pueblo.

Era ya de noche cuando Leandro llegó a su casa; durante la cena le contó a Carmen toda la aventura que había pasado, como la serpiente malagradecida se lo quería merendar y como el lobo lo había ayudado. -Tuviste mucha suerte de que rescataran… pero ya no trabajaste hoy, ¿Qué va a pasar con tu milpa?- dijo Carmen con enojo. -No te preocupes, mañana me encargaré de arreglarla, además lo que más importa ahora es que estoy a salvo y que vamos a recompensar al lobo por su buena acción- dijo Leandro -Así que mañana temprano, antes de que me prepares el desayuno quiero que metas a los dos borregos más gordos que tenemos en un costal, lo amarres bien y me lo dejes junto a la puerta para que se los lleve al lobo- agregó.

–¡¿Estás loco?!- dijo alterada Carmen -¡Cómo crees que vamos a desperdiciar a esos animales para dárselos a un sarnoso lobo!, además ya tenía pensado hacerlos barbacoa para venderla el fin de semana- agregó Carmen, tratando de que con esa excusa Leandro desistiera de regalar a los borregos.

-No te preocupes Carmen, el fin de semana matarás a dos borregos mas pequeños y así podrás vender la barbacoa- contestó tranquilamente Leandro.

- Pe-pe-pero…- balbuceó Carmen. -Sin "peros" Carmen, mañana haces lo que te digo por favor.- y Leandro no dijo más.

Carmen estaba furiosa, quería darle un garrotazo en la cabeza a Leandro para que no se despertara hasta pasado mañana; quería amárralo a la cama para que cuando se despertara no pudiera irse y desperdiciar esos dos borregos; quería tomar la escopeta e ir a encontrarse con el lobo y meterle un par de tiros en la barriga.

A la mañana siguiente Leandro se despertó muy contento, desayunó y al salir de casa se encontró con el costal, tal y como se lo había pedido a Carmen. Se despidió de su esposa, se echó el costal en la espalda y se fue. Justo media hora después de haber sonado las campanas del pueblo llegó a su cita con el lobo, que lo estaba esperando desde hacía ya rato. – ¡Buen día lobo!, espero que hayas amanecido con mucho apetito- dijo Leandro. -¡Claro que sí!- contestó el lobo- casi no pude dormir anoche pensando en el festín que me espera hoy- agregó.

- Pues aquí está- dijo Leandro al mismo tiempo que dejaba el costal en el suelo. -Disculpa que no me quede lobo, pero la verdad no me gusta ver sangre y… bueno tu me comprendes; así que buen provecho y nos vemos un día de estos- concluyó Leandro. Él y el lobo se despidieron y Leandro se fue rápido a su milpa pues ya iba retrasado.

Cuando el lobo estuvo solo dio gracias a Dios por los favores que iba a recibir y dijo para sí muy satisfecho por sus acciones: "realmente estaba equivocada la serpiente; el bien con bien se paga". Abrió entonces el saco disponiéndose a desayunar cuando sintió como dos duros colmillos le atravesaban la pata mientras escuchaba furiosos gruñidos a su alrededor y sentía mordidas en su cuerpo.

Horas atrás, esa misma mañana Carmen había despertado mas temprano que de costumbre, y había ido a buscar un saco grande para meter a los borregos, pero en lugar de darle dos borregos metió a los dos perros mas bravos que tenían y dejó el saco justo donde Leandro se lo había pedido, mientras pensaba "Leandro está loco si piensa que le voy a dar a ese lobo sarnoso los dos borregos, un par de perros bravos es lo que se merece, quisiera estar ahí para ver como matan a ese lobo mis perros".
  
El pobre lobo se fue gritando de dolor, fue perseguido por horas por lo dos perros, hasta que por fin los perdió, quedó mal herido, asustado, triste; y pensó: -"Qué equivocado estuve, la serpiente siempre tuvo razón: ¡EL BIEN CON MAL SE PAGA!"- después se durmió y pasó varios meses recuperándose de las terribles heridas que le dejaron los perros.

Desde entonces ese lobo, su manada y todos lo lobos del mundo aúllan cada noche de luna llena la triste historia que acaban de leer, si nosotros los hombre aún conociéramos la lengua de los animales lo entenderíamos, pero hace ya mucho tiempo que dejamos de escuchar a nuestro alrededor y olvidamos nuestras raíces; por eso solo escuchamos tristes aullidos, pero fíjense bien si algún día escuchan a los lobos aullar, pues al final de su discurso siempre lanzan un aullido largo y agudo, que a nuestros oídos suena como llanto, ese es el momento en que los lobos aúllan la frase:

"EL BIEN CON MAL SE PAGA".

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